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Nuestra aventura se desarrolla en la Isla de Hokkaido, en la región de Niseko ( capital Sapporo) donde están los dominios esquiables de Hirafu, Niseko Village y Annupuri. A 45 minutos se encuentra la singular Rusutsu
Salvo Hirafu que cuenta con un look más occidental, el resto son un conjunto de edificaciones dispersas que apenas se pueden decir son poblaciones, a cuyo alrededor están los remontes. Son las zonas de Hirafu, Niseko Village y Annupuri además de la pequeña Moiwa, donde se localiza nuestro hotel. Todo ello unido por constantes autobuses por lo que ningún problema para acceder a todas
Y mira que empezó mal. Un viaje que te deja ya curtido y cuando llegamos a Sapporo, tras la consiguiente espera, no aparece ninguna de las 4 maletas-mochilas-bolsa de esquís que llevábamos. Y aquí empieza el despliegue de educación, empatía, y buen hacer del pueblo japonés. Lo llevan dentro. Están atentos a cualquier detalle para acogerte, resolver problemas, y con una amabilidad extrema, que además en la coyuntura que estábamos, se agradece infinitamente. Una persona a disposición personal durante horas, no paró hasta localizar las maletas ( unas en Bilbao, otras en Madrid y no quiero decir las disculpas que daban en origen). Pusieron a disposición una furgoneta-taxi, llamaron al hotel para que nos recibieran y tuvieran a disposición posibilidades para poder esquiar, nos llevaron en coche privado los bultos cuando aparecieron. Nos llamaron a diario para saber cómo nos las arreglábamos y para confirmar que habían llegado en su momento. Igual en el hotel donde hicieron suyo nuestra situación. Algo debemos estar haciendo mal en Occidente. Ni harto vino me imagino algo igual en nuestro entorno. Ni decir que en el aeropouerto de Tokio ya a la vuelta, desde que entramos en este gigantesco aeropuerto tardaron minutos en ponerse a disposición sin solicitarlo, compatible con una gran tecnificación. Ni un sólo problema en nada, todo lo contrario, nos daban opciones de todo tipo. Un lujo este pueblo japonés que sin duda supone una cultura de años en relacionarse y disfrutar de la vida. Lástima que las urbes y la occidentalización se vean afectadas, como creo sucede de forma lenta pero inexorable, a esta forma de ver al prójimo. Tiene que ser una maravilla el medio rural tradicional de Japón, estoy seguro.
El impacto cultural que supone , junto con la búsqueda del santo grial que nos ha traido aquí, el POWDER, nos produce cierta ansiedad a la que sumar el no poder contar con el equipamiento que llevábamos hasta el tercer día. Pero qué ganas de esquiar. En mi caso tuve que hacerlo con los calcetines y camiseta del viaje. Me consiguieron pantalón y chupa de algún australiano alto pero sin duda corpachón. Pero ni me acordaba visto el panorama a descubrir.
Desde luego la cultura, el paisaje, la gastronomía y demás se nota y mucho. Sin duda se agradece para ese sentimiento de aventura y encontrarnos en un lugar distinto y especial.
Visto con unos meses de distancia tuvimos suerte con el POWDER.
Estar cerca de Siberia supone borrascas que cargan humedad en el Mar de Japón y caiga una nieve abundante y distinta. Ha debido ser un mal invierno este para el powder por las noticas de otros amigos que lo intentaron más tarde. En nuestro caso, la llegada fue algo fustrante pero esa misma noche empezó a nevar y ya de forma constante, poca cantidad pero suficiente, para cada día tener cubierta la bota.
El paisaje muy peculiar bajo la permanente mirada del volcán Annapuri (1.308 metros ) , montañoso ondulado de media montaña y poblado de bosques (al parecer de alercer) que crean un ambiente propio de este territorio.
el tercer día, ya con nuestra vestimenta de origen y aun por llegar lo esquís, salimos a las 7 de la mañana en bus para la vecina estación de RUSUTSU. Algo habíamos leído que la hacía interesante pero no acaba de entender las fotos que veía con montañas rusas y otras atracciones. Y flipamos literalmente. Jamás había visto algo similar en un entorno de esquí
Es algo así como el sueño de alguien que intentó poner un complejo de ocio tematizado en parque de atracciones en un entorno de esquí, es increíble. Hasta llegar a pistas vas recorriendo pasillos y escaleras propias de un parque de atracciones con autómatas que cantan, restaurantes temáticos, toboganes, caballitos, cadenas.. y todo tipo de servicios de un parque temático. Cuando sales a la nieve te reciben montañas rusas, norias y atracciones diversas. Estaban obviamente heladas lo que da cierta sensación extraña de espacio- tiempo. Un frío helador siberiano que atenuaron unas cabinas cerradas que se agradecen. Un día increíble en todos los sentidos. Nos duró días encajar el lugar que habíamos visitado.
Ya en Niseko decir que me encantó donde comimos esquiando. A media ladera de la montaña, lejos de pistas, nos encontramos con un aroma de alta montaña como el refugio del amigo Jaime en Alto Campoo. Lástima de una constante en todos los garitos, una cerveza para olvidar. No es digna de este pueblo.
Qué buenas esquiadas con mi hija. Disfruté increíble. Buena nieve, recién caída. No podemos hablar de metros pero sí cada día tapaban las botas y que visto con tiempo parece fue de lo mejor de este triste invierno.
De vuelta hicimos tarde y noche en Tokio para salir al día siguiente pronto para Londres y Madrid. No me hacía mucha gracia llevarme como última impresión una gran urbe. Pero fue sensacional. Me temo que en mi caso no tanto por la ciudad cosmopolita sino por el entusiasmo contagioso de mi hija. Salimos por la tarde y recorrimos templos, barrios, calles singulares, garitos que nos recomendaron con mucha autenticidad. Inolvidable pero como digo por el entusiasmo de mi hija. Me temo que si me sueltan a mí solo por allí no habría sido igual. Mereció mucho la pena.
Y en la mochila una aventura preciosa con mi hija. Resolvimos todos los problemas, cantidad de momentos con gran entusiasmo, mucha complicidad encontrada entorno a la nieve, la montaña, el esquí libre y de auténticos viajeros. Me apunto, ya hay propuestas…..
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